Llàtzer Garcia

Llàtzer Garcia

 

Mis textos siempre surgen de una primera imagen o de una situación, generalmente extrema. Me planteo preguntas y empiezo a escribir sin saber hacia dónde va la obra. Pero la norma que me impongo es que tengo que profundizar en los personajes y sacar a la luz todas sus contradicciones. El teatro, para mí, debe servir para entender un poco más al ser humano. No le pido ninguna otra función que ésta. Quizás por ese motivo busco que los diálogos suenen muy naturales, hiperrealistas. Que al espectador le parezca que espía a esas personas en su casa, en la calle, en el metro. Quiero que el espectador se sienta en cualquier sitio menos en un teatro. Por eso no me interesan las tramas complejas, sólo los personajes complejos. Quiero acercarme lo más posible a la vida y no hallar ninguna respuesta a nada.

Para más información sobre este autor, consultar la pàgina web Catalandrama (www.catalandrama.cat)

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Girona, 1981

Ha trabajado como actor y ayudante de dirección en diferentes montajes. Ha dirigido, con Abel Coll, Sam en la Sala Beckett. También ha firmado la dirección de sus textos: Au revoir, Lumière (2003, Premio Ciutat de Sagunt; Pueblo Español), Sweet nothing (2007, Premio Ciutat d’Amposta; Teatre de Ponent y Obrador de la Sala Beckett), Viento a las velas (2009, Premio Marqués de Bradomín; Círculo de Bellas Artes de Madrid), Esquivel! (2009, Nau Ivanow), Ens hauríem d’haver quedat a casa (2010, Temporada Alta y Sala Muntaner), Kafka a la ciutat de les mentides (2011, La Cuina – Festival Grec), La terra oblidada (2012, Premio Ciutat de Gandia; SalaFlyhard), Cenizas (La pols) (2014, SalaFlyhard) y, con Marilia Samper, Dos punkis i un vespino (2011, Teatre Gaudí). Es también autor de las piezas breves Ara em toca a mi (2010, La Planeta), Vida i mort d’un talp (2011, Temporada Alta) y Doppelgänger (2012, La Planeta). Es el dramaturgo y director de la compañía Arcàdia.

Cenizas (La pols)
Padre ha muerto. Eso es lo que ha oído Jacob al descolgar el teléfono. Dos minutos más tarde ha olvidado del todo esa noticia. Se ha olvidado tan completamente que ni siquiera se lo dicho a su hermana Ruth, con la que convive en un piso modesto.
Éste es el principio del largo día y medio que pasa desde la muerte del padre hasta su entierro. Este tiempo es vivido de diferente manera por las almas perdidas que aparecen en esta historia y que responden a los nombres de Ruth, Alba y Jacob.

La terra oblidada
El padre, un hombre de acción que siempre ha trabajado la tierra, está en una silla de ruedas a causa de una enfermedad. Ahora, de repente, ha enmudecido: no habla con nadie, ni siquiera con Marta, la hija que le cuida. Maria e Isaac, los otros hijos que viven fuera, le visiten. Quieren que hable, pero sobre todo quieren comprender la causa de su obstinado silencio.
A medida que pasan las horas, el silencio se va volviendo desesperante y abre viejas heridas que todos creían cicatrizadas.

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