Alfredo Sanzol foto David Ruano

 

Escribo teatro porque es mi manera de conocer la realidad. Es mi manera de intentar averiguar cuál es la naturaleza del ser humano. Por qué hacemos ciertas cosas, por qué no hacemos otras, cómo se solucionan o no se solucionan los conflictos, como se consiguen los deseos, cómo los personajes acortan las distancias entre la realidad y el deseo.
También me interesan las estructuras, el orden en el que pasan las cosas, los nexos de causalidad que crea la imaginación, los nexos que quedan ocultos para el espectador y que luego se desvelan por la propia acción, la manera en la que se puede crear misterio poniendo todas las cartas sobre la mesa, la sensación absurda que produce el hiperrealismo, y la sensación real que producen las metáforas.
Mis personajes son mis voces en lucha. Y sus aventuras me sirven de entrenamiento para la vida. Para decidir cómo vivir, qué hacer. Hay una discusión ética continua en mis personajes que intentan averiguar cuál es la mejor manera de vivir para ser feliz, para encontrar la armonía.
Me gusta esconderme detrás de los personajes femeninos. Quizás ellos juegan mis conflictos más profundos.
Me gusta crear mundos en los que viven mis personajes, mundos que visito a través de ellos. Me gusta sentirme dentro de la escena, dentro del espacio.
Para mí es muy importante escribir sabiendo que voy a dirigir lo que escribo, porque dirigir es una continuación de la escritura. Escribo como una excusa para jugar con los actores, para disfrutar del encuentro entre público y actores.

Madrid, 1972

Alfredo Sanzol es autor y director de teatro. Entre sus producciones más destacadas se encuentran La Calma Mágica (2014 Tanttaka y Centro Dramático Nacional), Esperando a Godot (2013 Centro Dramático Nacional), Aventura! (2012 T de Teatre y Teatre Lliure), La importancia de llamarse Ernesto (2012 Teatro Gayarre), En la Luna (2011 Teatro de la Abadía. Premio Max al Mejor Espectáculo 2013 y Premio Ceres del Festival de Mérida), Días Estupendos (2010 Lazona y Centro Dramático Nacional Premio Max Mejor Autor), Delicadas (2009 T de Teatre y Festival Grec Premio Max Mejor Autor), La cabeza del Bautista (2009 Centro Dramático Nacional), Sí, pero no lo soy (2008 Centro Dramático Nacional), Risas y Destrucción (2007 Producciones del Callao) y Como los griegos (1999 RESAD y Producciones del Callao). Ha impartido cursos y talleres en La Casa de América, La Casa Encendida, El Teatro Nacional de Bogotá, Matadero-Madrid, La Sala Beckett, La Térmica, La Escuela Navarra de Teatro, la Sociedad General de Autores, el Festival de Teatro Clásico de Olite y el Centro Dramático Nacional.

La Calma Mágica
Oliver es un hombre que quiere cambiar de vida. Durante una entrevista de trabajo, su futura jefa le ofrece probar unos hongos alucinógenos y Oliver comienza a ver que en el futuro se quedará dormido delante del ordenador y un cliente le grabará con el móvil. Oliver querrá que el cliente borre ese vídeo, pero el cliente no querrá.
De la lucha de dos cabezones nace esta historia de búsqueda de la dignidad y del sentido de la vida. Un viaje iniciático que nos va a llevar a África, a los elefantes rosas, al amor, a la obsesión, a las escopetas de caza, al alcohol, a la traición, a los sueños robados y a los manantiales de los que surge el agua de la vida.

En la luna
En la luna es un viaje a los recuerdos primeros. Esos recuerdos que viven en el fondo de la memoria y que reaparecen cada cierto tiempo como relámpagos que explican quiénes somos y de dónde venimos. Son recuerdos que se crean cuando tenemos tres, cuatro, cinco años y que no sabemos si son reales o nos los han contado o los hemos soñado, pero que para nosotros son los pilares sobre los que se construye el resto de la memoria. Estos recuerdos, por su especial calidad, y escasa cantidad, los guardamos como algo muy preciado e íntimo, de lo que hablamos con cierta reverencia, como si fuesen un regalo, o una condena de la que no podemos desprendernos.

Delicadas
Mi abuela y sus hermanas pertenecen a la generación que tenía veintitantos cuando estalló la guerra civil española. Desde luego es una generación rota, partida afectivamente, que presenció y participó en la inexplicable lucha a muerte entre hermanos. El recuerdo de todo aquello lo enterraron bajo el silencio. Para mí siempre ha sido un misterio imaginarlas jóvenes. Imaginar cómo eran cuando se quedaron embarazadas, cuando soñaban con el futuro, cuando se protegían, cuando se querían, cuando se peleaban y se perdonaban.
Delicadas está formada por fragmentos, trozos, elementos que en apariencia no tienen relación pero que configuran un universo en el que un rosal que estaba muerto súbitamente resucita. En el que una costurera pega a la pared un crucifijo con cemento para que no se lo quiten los milicianos. Unas hermanas despiden a su hermano que va a la guerra. Dos amigos, a los que les gusta pasear juntos y en silencio, son acusados de homosexuales y buscan una chica muda para que les haga de carabina. Una pareja ve impotente cómo pasa el tren por encima de su perro y luego…
Delicadas es una historia de muerte y de su resurrección. Una historia de primavera en la que la vida lucha con todas sus fuerzas para seguir viva. Una historia en la que vivir es más importante que cómo vivir.